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#Issue 60: Las luces que no vemos.

El Atlas Mundial de los Cielos Nocturnos hace la siguiente afirmación: el 83% de la población mundial vive bajo cielos contaminados, por lo que no puede ver la Vía Láctea por esta causa. Hablamos mucho de la contaminación medioambiental en términos generales, pero poco de la contaminación lumínica, esa que se envía al cielo de forma innecesaria y alumbrando partes que no se necesitan. Es decir, que en vez de alumbrar al suelo a las horas en que se necesita se derrocha iluminando el propio cielo que, por definición por las noches, debería estar completamente oscuro. Aunque no lo creamos, la emisión de luz de forma innecesaria influye en la vida de animales y contribuye al cambio climático.


La contaminación lumínica es tan inmediata que son las luces que ves al mirar al cielo durante la noche. Esas luces desaprovechadas de las ciudades en las que vivimos acaban transformándose en una especie de niebla luminosa que ni siquiera consideramos como tal.

Puede que no lo creas, pero la contaminación lumínica al primero que afecta es a ti y a tus biorritmos. Los datos más recientes al respecto evidencian que un tercio de la población mundial no es capaz de ver la Vía Láctea por culpa de la contaminación lumínica. Tanto en Europa como en Estados Unidos el 99% de la población vive en zonas de alta contaminación lumínica, y España no se libra de poseer unas cifras escandalosas en gasto energético inútil alumbrando a las nubes. Según las tesis de Alejandro Sánchez de Miguel, astrofísico andaluz, entre el 30% y el 50% del gasto público anual en alumbrado en realidad se desperdicia.


En cualquier caso, las consecuencias medioambientales y humanas son muchas aunque no hablemos de ellas, pero cerramos la reflexión recordando que, además de eso, arrojando tal cantidad de luz hacia el cielo nos alejamos cada vez más de él y de las estrellas que hemos dejado de ver, que hemos perdido el mapa que nos guiaba a través de las constelaciones.


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