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Issue #8 ¿Y si el problema de "The Revenant" fuera el espectador?

Es cierto: la película más aclamada del año por la crítica se hace larga, algo pesada, a veces pedante y no llega a transmitir las emociones que presumiblemente pretendía. Todas las críticas que se le han hecho en este sentido son justificadas y se resumen en lo siguiente afirmación: a “The Revenant” le falta algo. Ahora bien, esta película es un perfecto ejemplo (y excusa) para pensar en la responsabilidad que se tiene como espectador. y en un problema que parece aquejar no sólamente a los nativos digitales: ¿no estaremos perdiendo la capacidad de concentrarnos, de detenernos a pensar más allá de estímulos externos?


Cada vez son menos los que esperan en la sala del cine a que acaben los títulos de crédito para levantarse, la muchedumbre se agolpa a las puertas y se empiezan a oír comentarios, contagiándose unos a otros y dejando en el aire una sensación negativa ya imparable. Uno sabe en mayor o menor medida cuando va al cine el estilo de lo que va a ver, y por eso es hasta cierto punto comprensible que cuando se trata de una superproducción cuyo protagonista es Leonardo DiCaprio se generen ciertas expectativas. Pero esto es compatible con la inquietud que se le presupone a cualquier espectador de tener una ligera idea de la línea que sigue un director. Puede que “Birdman” se acercara a lo comercial, pero no hace falta conocer la filmografía completa de Iñárritu para saber que no es un director demasiado próximo a la ideología de Silicon Valley.


Quizá “The Revenant” no guste al espectador medio sencillamente porque es todo lo contrario a los tiempos y formas de nuestra vida. Puede que con “Birdman” fuera más sencillo empatizar por lo vertiginoso e interactivo de su propuesta. El espectador acaba siendo “la cámara”. Pero resulta que la película más premiada de los Óscar apuesta no solo por un ritmo al que ya no estamos acostumbrados. Puede que no sea solamente una cuestión de velocidad, de que haya poco diálogo o acción, de que los planos fijos de escenas de la naturaleza duren más o menos. Quizá hayamos perdido la capacidad de detenernos frente al arte a pensar desde la lejanía, de no juzgar, de no necesitar la interactividad ni la inmediatez. Resulta paradójico que guste tanto el cine de Tarantino cuando se repite una y otra vez la misma trama en torno a la justificación de venganza, precisamente sin ningún tipo de justificación. Como espectador es de agradecer que se te planteen dilemas morales como que convertirse en el malo de la película es bastante fácil y a veces hasta justificado. Como se puede leer en un cartel de los expedicionarios franceses en un momento de la película en pleno exterminio de los pueblos indios todos somos salvajes. Lo fácil es desear una muerte cruenta para el malo de la película, lo difícil es reconocerse en él. Quizá no guste, en definitiva, porque no estamos acostumbrados a películas sobre la naturaleza, (y no sobre la venganza como plantean las sinopsis del film) porque precisamente la naturaleza no sabe ni puede saber lo que es la venganza.


//R.

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